Químicos en los alimentos, entre seguridad y quimiofobia

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Químicos en los alimentos, ¿Quimiofobia o problemas de seguridad? ¿Qué dice la microbiota?

La mayor parte de los alimentos procesados contienen aditivos para mejorar su sabor, su textura, hacerlos mas atractivos o conservarlos más tiempo. Desde hace unos años, se está demonizando la presencia de químicos en los alimentos. Lo cierto es que es difícil, por la formulación, distinguir los aditivos más naturales como un colorante o una vitamina, de los más químicos y esto está generando un miedo creciente entre los consumidores. Supuestamente, el uso de los aditivos permitidos en Europa está estrictamente regulado y se han aportado pruebas de su seguridad.  Pero ¿Ese miedo generalizado es realmente lícito o irracional? ¿Se ha estudiado suficientemente la acumulación de varios aditivos y su consumo diario a largo plazo? ¿Se ha valorado de forma adecuada la presencia de químicos ambientales en nuestros platos? 

La quimiofobia generalizada no es por nada: muchos científicos intentan entender el aumento en las alergias, síndromes metabólicos y obesidad, cifras que se han disparado en los últimos 40 años y que, según ellos, están directamente correlacionadas con una disbiosis, es decir, con cambios en la microbiota. Intentan entender qué provoca estos cambios en nuestro entorno, empezando por los aditivos, los químicos presentes en los alimentos. Evaluemos lo que dicen los estudios más recientes.

Emulsionantes

– Los últimos estudios desvelan entre los aditivos utilizados, los emulsionantes como el carboximetilcelulosa o el polisorbato alteran la diversidad de la microbiota en ratones y aumentan las probabilidades de aparición de enfermedades como la colitis o síndromes metabólicos: se observó un aumento de grupos microbianos proinflamatorios con un aumento de los niveles de lipopolisacáridos que, a través del sistema inmunitario, aumentaba la inflamación y la permeabilidad intestinal, reduciendo a su vez la cantidad de mucus.  A la vez, se observó una disminución de los niveles de butirato (metabolito producido por ciertas bacterias intestinales con un gran poder antinflamatorio además de ser un nutriente esencial para las células del intestino).  Por otra parte, los investigadores realizaron un trasplante de microbiota de los ratones que consumían emulsionante en ratones estériles (es decir sin ninguna microbiota) y se observaban un aumento de tejido adiposo y de niveles de azúcar en sangre.

– En otro estudio en ratones, se observa que el consumo de emulsionantes altera el comportamiento con un aumento de ansiedad y reducción de relación social.

Edulcorantes artificiales

– Las dosis continuas de aspartamo, aunque sea en pequeña cantidad, afectan a la microbiota y se relacionan además con resistencia a la insulina (favoreciendo la aparición de diabetes).

– La sucralosa, ella, disminuye la cantidad de bacterias beneficiosas, aumenta el pH de las heces y disminuye la biodisponibilidad de ciertos medicamentos

Aditivos antimicrobianos

Algunas cepas de nuestra microbiota intestinal son más sensibles a los aditivos antimicrobianos y se sospecha que incluso cantidades muy pequeñas consumidas a largo plazo podrían modificar su composición y afectar el sistema inmune.

La Universidad de Hawai realizó un estudio in vitro en 2017 para evaluar el impacto de los sulfitos en el crecimiento de bacterias buenas como Lactobacilus casei, plantarum y rhamnosus y Streptococcus Thermofilus sobre 6h en un medio óptimo. Uno de los datos relevantes es que se observó un impacto en el crecimiento de todas las bacterias después de 2h de exposición a concentraciones entre 250 ppm y 500 ppm.

El término sulfitos se refiere a gas de dióxido de azufre, los sulfitos de hidrógeno, los metabisulfitos y las sales de azufre que contienen potasio, calcio o sodio. Podemos encontrar estas moléculas como conservantes en la cerveza, vino, zumos, pescado procesado, frutos secos, marisco carne y productos enlatados. Sin embargo, no olvidemos que los encontramos también de forma natural en algunos alimentos en pequeña cantidad como resultado de la fermentación de la levadura. La OMS y organismos de regulación consideran que, hasta 5000 ppm, el consumo de sulfitos es seguro. Sin embargo, en recientes evaluaciones concluyó que en muchos países la población consume sulfitos de forma regular por encima de este valor.

Trehalosa y Clostridium

La trehalosa es un aditivo utilizado como endulzante por ejemplo en la pasta, los helados, la carne picada, etc. También se utiliza como agente estabilizante y humectante como, por ejemplo, en los alimentos en polvo o en la industria farmacéutica. A Partir de 2000, su consumo se aprobó en EEUU y Europa.

En un estudio publicado en Nature y liderado por Robert Britton de la escuela de medicina de Baylor (EEUU), los investigadores aportaron las pruebas sólidas de que la trehalosa alimenta a una bacteria, Clostridium difficile, que le permite producir más toxinas, y , sobre todo, permite la supervivencia de la variante epidémica, la más peligrosa. Los autores afirman que la implementación de la trehalosa coincidió con la aparición de Clostridium difficile y contribuyó a su hipervirulencia. Se necesitan más estudios sobre el tema pero los científicos coinciden en que las correlaciones encontradas son coherentes y convincentes.

Químicos ambientales en los alimentos

El Bisfenol A, los ftalatos están presentes en todos los envases en contacto con los alimentos y en cosmética. Los pesticidas y metales pesados son otros químicos que encontramos de forma directa en los alimentos.

Todos estos químicos funcionan como disruptores endocrinos, es decir, substancias que alteran el equilibrio hormonal del sistema endocrino. Se ha establecido una relación con el cáncer de mama, la endometriosis, la infertilidad, problemas de tiroides, diabetes y obesidad. En los niños crean déficit de atención e hiperactividad. El catedrático de medicina Nicolás Olea lleva casi 20 años estudiando cohortes y la presencia de estos disruptores endocrinos en la orina de los niños hasta la edad adulta. Entre otras observaciones, su equipo y él han detectado que muchos niños con déficit de atención o hiperactividad han sido más expuestos al mercurio durante el embarazo y que encuentran Bisfenol A en la orina de todos los niños en España.

Conclusiones

Algunos aditivos y químicos ambientales alteran la salud intestinal y promueven la aparición de enfermedades crónicas. Quedan muchos aditivos cuyos efectos sobre la microbiota y el organismo todavía no se han estudiado a largo plazo. Su consumo va generando dudas sobre el impacto que podrían tener sobre nuestra salud, a pesar de su seguridad probada.

 Ante la duda sobre su inocuidad, los investigadores recomiendan consumir cada vez más alimentos frescos, sin aditivos, no procesados, sin envases de plástico, ser un consumidor proactivo e informarse sobre los ingredientes de lo que consumimos.

¿Qué soluciones existen cuando nuestra salud intestinal se ve afectada y sufrimos por ejemplo de molestias gastrointestinales, sensibilidad alimentaria, etc, y sospechamos que los aditivos hayan contribuido?

1/ Realizarse una analítica de disbiosis intestinal y/o de sensibilidad alimentaria

2/Corregir la disbiosis con un profesional de salud, modificando la nutrición y evitando los aditivos alimenticios.

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