Con el auge de los estudios sobre la microbiota intestinal, Helicobacter pylori (HP) continúa siendo una de las bacterias más investigadas. Nuevas investigaciones y metanálisis recientes cuestionan si realmente debe considerarse un patógeno que debe ser erradicado de manera indiscriminada.
Historia y contexto de Helicobacter Pylori (HP)
Descubierta en 1982, cuando se creía que el medio ácido del estómago era estéril, Helicobacter pylori es una bacteria Gram negativa que habita predominantemente en la mucosa gástrica y las primeras porciones del duodeno. Su capacidad proteolítica le permite metabolizar proteínas y neutralizar el ambiente ácido.
Actualmente, se estima que más del 50% de la población mundial está colonizada por esta bacteria, aunque no todos desarrollan complicaciones asociadas. Las cepas de HP varían geográficamente, actuando como marcadores de las migraciones humanas. En comunidades indígenas de Sudamérica, su prevalencia alcanza el 90%, pero sin manifestar alta virulencia.
Patogenicidad de Helicobacter Pylori
La detección de HP forma parte del protocolo estándar en pacientes con enfermedades gástricas. Se han identificado variantes más patógenas, como CagA y VacA, relacionadas con complicaciones como úlcera péptica, adenocarcinoma gástrico y linfoma MALT. Sin embargo, estas variantes no garantizan el desarrollo de enfermedad, ya que HP parece adaptarse a su hospedador.
Clasificada como un carcinógeno de clase 1 por la OMS en 1994, solo el 1-2% de los individuos colonizados desarrollan cáncer gástrico. Además, estudios recientes sugieren que la cascada carcinogénica puede ser independiente de la presencia de la bacteria.
¿Es Helicobacter pylori realmente un patógeno?
La larga coexistencia de HP con los seres humanos sugiere un posible rol comensal. Investigaciones recientes muestran que su presencia se asocia con una mayor diversidad bacteriana en el colon, un indicador de salud intestinal. Esto refuerza la hipótesis de que HP no es intrínsecamente patógeno, sino un componente natural de la microbiota gástrica.
Adicionalmente, HP podría ofrecer beneficios inmunomoduladores. Se ha relacionado con una menor incidencia de asma, enfermedades atópicas y patologías inflamatorias del intestino. Sin embargo, estas asociaciones podrían estar influenciadas por las interacciones complejas en el ecosistema microbiano, incluyendo sinergias, competencia y mecanismos de crossfeeding.
La erradicación de HP se correlaciona con un aumento en la prevalencia de enfermedades autoinmunes, inflamación crónica y trastornos esofágicos como el reflujo gastroesofágico y el esófago de Barrett. Esto plantea preguntas sobre si la bacteria desempeña un papel protector en el sistema inmunitario y la regulación hormonal (secreción de ácido).
Debate sobre la erradicación de Helicobacter pylori
El tratamiento antibioterapéutico es una espada de doble filo. Aunque efectivo, puede favorecer la aparición de formas cocoides resistentes de HP y alterar profundamente la microbiota intestinal. La extinción progresiva de HP podría aumentar la susceptibilidad a infecciones diarreicas, procesos autoinmunes y enfermedades inflamatorias, como las enfermedades esofágicas (reflujos gastroesofágicos, síndrome de Barret, etc.).
La interacción entre HP y la microbiota intestinal es compleja. Según el contexto microbiano y el ambiente gástrico, HP puede ser un comensal inofensivo o un desencadenante de inflamación. Así, su clasificación como “buena” o “mala” resulta simplista y poco representativa de su verdadera naturaleza.
Alternativas al tratamiento convencional
El equilibrio del medio gástrico podría desempeñar un papel clave en la patogenicidad de HP. Factores como el estrés crónico, el consumo de antiácidos, el tabaquismo y otros hábitos de vida pueden influir en la interacción de HP con la microbiota intestinal. Esto abre interrogantes sobre si las prácticas modernas contribuyen a transformar esta bacteria en un patógeno.
En lugar de erradicar HP de manera indiscriminada, se podría priorizar un enfoque que busque restaurar el equilibrio del entorno gástrico. Esta estrategia no solo reduciría la resistencia antibiótica, sino que también minimizaría los efectos adversos sobre la microbiota.
En conclusión, Helicobacter pylori no puede ser categorizada simplemente como un patógeno. Su relación con los humanos es profundamente intrincada, y comprender su rol en la microbiota podría ser clave para abordar las enfermedades asociadas de manera más efectiva y sostenible.
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