La microbiota en el autismo

microbiota_autismo_blog_ime

Comparte:

https://microecologia.es/wp-content/uploads/2019/03/8-Abr_Blog-Autismo.jpg

La microbiota en el autismo

Autora: Isabel Bellostas Escudero 

Los síntomas digestivos en autismo se han visto descritos en la literatura médica al menos desde el año 2002. Posteriormente comenzaron a aparecer artículos sobre la microbiota y su relación con enfermedades consideradas hasta entonces en la medicina actual puramente psiquiátricas. El paso siguiente ha sido reconocer que la microbiota o flora intestinal de los niños y jóvenes con autismo presenta graves alteraciones, abundantemente reflejadas en la literatura médica actual y observada en nuestra experiencia en la clínica en todos los niños y jóvenes atendidos entre 3 y 16 años.

La densidad de colonización microbiana (presente en casi todo nuestro cuerpo) es máxima en el intestino, especialmente en el grueso. El número de microorganismos que lo colonizan 10 veces mayor al de las células de todo el organismo, con más de 1.000 especies diferentes, sobre todo las bacterias. Algunas especies pueden actuar también como patógenas (patógenos facultativos). 

Se considera que la microbiota intestinal alcanza la madurez entre el segundo y tercer año de vida. Su desequilibrio cualitativo y/o cuantitativo al que llamamos DISBIOSIS INTESTINAL da lugar a disfunciones como la inflamación crónica de la pared intestinal, alteraciones de la permeabilidad y a alteraciones en el funcionamiento del sistema inmune de mucosas, con repercusiones como alergias, dermatitis, infecciones recurrentes de mucosas y afectación neurológica, entre las que se podemos considerar el autismo al participar de la inflamación generalizada y falta de barreras suficiente. 

En mi experiencia, la gravedad de la disbiosis se correlaciona con la gravedad del autismo, pero menos paralelamente a la gravedad de los síntomas gastrointestinales. Algunos niños con autismo severo son incapaces de expresar sus síntomas. 

¿Cuáles son las funciones de nuestra microbiota, en salud? 

– Resistencia y control de la colonización por gérmenes patógenos (patógenos facultativos endógenos o propiamente invasores externos). 

– Digestión de los alimentos, síntesis de vitaminas y absorción de oligoelementos. 

– Estimulación, nutrición y estabilización de la integridad de la barrera epitelial y de su capa mucosa protectora. 

– Estimulación, maduración y diferenciación de linfocitos y diferentes estructuras inmunitarias, con repercusión en todo el cuerpo, también en cerebro.

– Estimulación del peristaltismo con ayuda de ácidos grasos de cadena corta.

– Estimulación y modulación de la producción de neurotransmisores y estabilización de la barrera hematoencefálica (esta, demostrada en modelos animales) que no se constituye plenamente hasta el segundo año de vida. La afectación de la barrera hematoencefálica en nuestros niños es previa y cronificada. Son niños nacidos sanos en su mayor parte afectados por un factor desencadenante externo. Al estar afectadas tanto la barrera intestinal como la hematoencefálica acaban compartiendo microbiota, a través de los leucocitos, como se ha publicado recientemente, con las consecuencias que vemos en ellos. 

Las alteraciones comunes de la microbiota en los casos de autismo estudiados por son las siguientes: 

1.- Microbiota protectora: Bacteroides, bifidobacterias y lactobacilos mantienen la resistencia a la colonización en el intestino delgado y grueso. En especial los lactobacilos productores de peróxido de hidrógeno impiden una colonización o invasión de gérmenes patógenos (facultativos) indeseados 

En autismo encontramos una ausencia de población de Lactobacilus productores de peróxido de hidrogeno en todos, asociado a déficit de bifidobacterium en muchos casos. Todos presentan patrones alterados. 

2.- Microbiota muconutritiva: Indispensable para la producción de mucus (Akkermansia muciniphila) y el aporte de energía a las células epiteliales (Faecalibacterium prausnitzii).  para el mantenimiento de la integridad de la mucosa intestinal. Se alimentan de almidón resistente (resistent starch 

En autismo encontramos un déficit de flora muconutritiva  (Faecalibacterium y especialmente Akkermansia) en varios grados, en todos. 

3.- Microbiota proteolítica: Coli Biovare, Proteus, Pseudomonas y otros proteoliticos Se ocupan de la degradación de las proteínas que puede por una parte conducir a metabolitos indeseados, que producen hepatotoxicidad. Pueden causar trastornos digestivos (meteorismo, diarrea). 

En autismo encontramos un sobrecrecimiento de flora proteolítica en todos los casos. 

4.- Microbiota inmunomoduladora: Es menos de un 5% de la flora total conocida.  En ella se incluyen especies apatógenas de E. coli y Enterococcus. Ambas son capaces de inducir respuestas inmunitarias inespecíficas, con lo que se garantiza un continuo entrenamiento del sistema inmunitario 

En autismo encontramos una mayoría, más del 60% con déficit de este tipo de microbiota 

¿Qué repercusiones clínicas tienen estos resultados? 

No se garantiza suficientemente la función de barrera protectora, permitiendo la colonización por otros organismos de tracto gastrointestinal y de todo el organismo.

No se garantiza el aporte nutricional suficiente a la mucosa intestinal ni la producción de moco en que asiente el resto de la flora benéfica. Todas las funciones de la mucosa intestinal y por ende el funcionamiento intestinal se verán afectados en mayor o menor medida con repercusión especialmente en el hígado y posteriormente en el sistema nervioso central. 

Se da un aumento de sus productos de degradación de las proteínas (amonio, ácidos orgánicos…) que deben ser degradados por un hígado ya funcionalmente sobrecargado, produciendo la afectación cerebral al estar sobrepasado el hígado en sus funciones

No tiene lugar un entrenamiento suficiente del sistema inmunitario local y sistémico. Su inmunidad no responde. Alguien llamó al autismo “SIDA sin muerte”. Y no se equivocaba.

Es muy importante abordar médicamente la disbiosis de nuestros niños con autismo para obtener en ellos el máximo progreso neuropsicológico y que logren el máximo aprovechamiento de las técnicas pedagógicas que se les aplican. 

Isabel Bellostas Escudero