El sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO, por sus siglas en inglés) es una condición caracterizada por la proliferación anormal de bacterias en el intestino delgado. Esta alteración de la microbiota intestinal genera síntomas digestivos significativos. Podemos distinguir tres tipos de SIBO principales: SIBO de hidrógeno (H2), sobrecrecimiento de metano (IMO) y SIBO de sulfuro de hidrógeno (H2S).
Este tipo se caracteriza por la producción elevada de hidrógeno debido a la fermentación bacteriana de carbohidratos. Clínicamente, se manifiesta con diarrea frecuente, distensión abdominal y flatulencia. En pruebas de laboratorio, el test de aliento con lactulosa o glucosa revela un aumento de hidrógeno de más de 20 ppm en los primeros 90 minutos, lo que permite un diagnóstico confiable.
El IMO, anteriormente clasificado como un subtipo de SIBO, se asocia con arqueas metanogénicas como Methanobrevibacter smithii, que consumen hidrógeno y generan metano (CH4). El síntoma predominante es el estreñimiento crónico, acompañado de distensión abdominal. En los test de aliento, un aumento de metano por encima de 10 ppm (o incluso a partir de 3 ppm, según algunas guías) es indicativo de IMO.
Este tipo ha ganado reconocimiento más recientemente. Se asocia con bacterias reductoras de sulfato como Desulfovibrio piger y Bilophila wadsworthia, que metabolizan compuestos sulfatados para producir H2S. Los pacientes presentan gases con olor a “huevo podrido”, diarrea, dolor abdominal difuso y, en ocasiones, fatiga o niebla mental. Debido a que el H2S es inestable, los tests de aliento tradicionales no lo detectan; el diagnóstico suele apoyarse en análisis de heces o kits especializados.
La diferenciación entre los tipos de SIBO es fundamental para aplicar un tratamiento adecuado. El SIBO de hidrógeno cursa con diarrea y gases frecuentes. El IMO se manifiesta principalmente por estreñimiento, debido a que el metano enlentece el tránsito intestinal. El SIBO de H2S incluye síntomas característicos como gases malolientes, diarrea y sensaciones sistémicas inespecíficas.
Las pruebas de aliento con lactulosa o glucosa permiten detectar niveles elevados de H2 y CH4, mientras que el H2S requiere herramientas más especializadas. El análisis de heces puede identificar la presencia de microorganismos productores de sulfuro.
Un aspecto esencial en la fisiopatología del SIBO es la actividad de los microorganismos hidrogenotróficos. Estos organismos consumen hidrógeno producido por otras bacterias. Las arqueas metanogénicas transforman el H2 en metano, alterando la motilidad intestinal. Por su parte, las bacterias sulfatorreductoras convierten el H2 en H2S, lo que puede inducir toxicidad local, inflamación y síntomas extrapulmonares.
Esta relación ecológica dentro del intestino subraya la importancia de una evaluación precisa de los gases producidos y de los tipos de microorganismos predominantes para dirigir el tratamiento, ya sea con antibióticos específicos, dieta baja en FODMAPs, o moduladores de la motilidad intestinal.
La correcta identificación del tipo de SIBO permite personalizar el enfoque terapéutico y mejorar el pronóstico del paciente. El análisis de gases en el test de aliento, complementado con estudios de microbiota, representa una herramienta diagnóstica clave. La comprensión del papel de las arqueas y bacterias hidrogenotróficas aporta claridad sobre la fisiopatología y sintomatología diferencial del SIBO de hidrógeno, IMO y SIBO de sulfuro de hidrógeno.